lunes, 17 de noviembre de 2008

¿Saliendo por mi propio pie?


Todo sigue a oscuras, lo único que puedo ver es la pequeña y flamante llama azulada, oír su arder mezclarse con las llamadas de socorro y las delicadas quejas de la flecha, crujiendo, estallando y quemándose por seguir bloqueando los enormes engranajes que hacen funcionar mi razón. Decidí actuar por mi misma, siguiendo mi instinto apartando al corazón y la razón. ¿Cómo puedo dejarla ir si la amo? Me lancé a lo inexplorado y recorrí el trayecto que me apartaba de los eternos luchadores, decidida, apagué la llama con un leve soplo y delicádamente saqué el trozo de flecha que quedaba. Los engranajes comenzaron a funcionar, a encajarse y a rodar como anhelaban hacer desde hace tiempo y poco a poco, muy lentamente, la oscuridad iba disipándose. Una luz muy brillante llamó mi atención, limitaba lo que parecía ser una puerta; la palpé sin desconfianza en busca del pomo, algo me resultaba familiar, ese algo me decía que ya había estado allí y ese mismo algo me susurraba que debía salir cuanto antes. No lo hallé. Con nerviosismo y desesperación ansiaba salir pero no encontraba el modo, este deseo no era normal en mi, la luz que se filtraba, aun siendo leve me hacía daño, si cruzaba esa supuesta puerta podría provocarme daños irrevercibles, derrepente esta se abrió de golpe hacia su interior, no pude moverme por lo que no me quedo otra que echarme la capucha por encima, aferrarme con fuerza a la flecha y esperar expuesta al peligro. La luz fue atenuando hasta que pude alzar la cabeza, era la salida, estaba allí, delante de mí, guardé el trozo de la flecha en el bolsillo interior izquierdo de la chaqueta, consiente del detalle y salí, seguidamente me di la vuelta necesitaba saber por que me resultaba desquisiantemente familiar, quería saber que me mantenía prisionera a oscuras pero para mi sorpresa y no muy grata lo único que encontré fue un cubo metálico de basura ¿Había conseguido salir por mi propio pie? ¿Esa puerta siempre estuvo ahí o la abrieron para mi? Quería marcharme y sintiéndome extraña volví a darme la vuelta esperando hallar el camino aun sin entender lo ocurrido pero desgraciadamente... ¿Desgraciadamente? ¿Cómo iba a ser una desgracia si la deseaba día tras día? Pedía al algo o al alguien que me escuchaba, si es que algo o alguien me escuchaba, que la trajese de vuelta, que me dejase volver a ver su rostro, oír su delicada risa, es por ello que no puede ser una desgracia entonces, no, eso no podía ser, era maravilloso, no, más que eso, más que maravilloso, no consigo palabras así que ayudadme y pensad que es mucho más que todo esto junto, lo máximo, no, ni eso, aún mucho más. Incrédula me bajé la capucha mientras ella sonreía tímidamente, me acerqué a ella y la abracé con fuerza, respondió a mi abrazo y se disculpó imnumerables veces, yo pues claro que la perdoné, a la primera, no me hizo falta meditarlo ni pensarlo dos veces, ese es mi problema soy masoquista y nada puedo hacer para remediarlo, la quiero ¿Qué otro motivo necesito? [...] Le confesé que lo que siento por ella no había cambiado, ella opinó lo mismo. Ambas somos consientes de la situación, el continuar nos haría más daño del que ya ha hecho pero el silencio nos mataría así que hemos querido etiquetarlo como amistad. Yo guardaré todo lo ocurrido en las densas sombras que me envuelven y ella podrá recordarlos cuando quiera tan solo iluminándolos con esa luz natural que irradia. La distancia y la circunstancia nos separan pero entre la luz y las sombras siempre hay un punto en el que se unen.